Si bien se reconoce que la práctica de hacer obsequios públicos a las escuelas constituye un acto digno de elogio, tales actividades pueden conllevar
complicaciones y problemas inherentes para las escuelas. En consiguiente, los administradores deben examinar a fondo dichas ofertas y remitir aquellas
que sugieran áreas de duda al Superintendente o su delegado para acción o recomendación.